El Museo del Hermitage
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“La Venecia del norte”, “La Palmira del norte” y la “capital cultural de
Rusia” son algunos de los nombres relacionados con San Petersburgo, la segunda
ciudad rusa en importancia y población.
Situada en el noroeste del país, en la costa del mar Báltico, San Petersburgo
siempre ha tenido significación estratégica para Rusia.
Para el desarrollo de la ciudad, el emperador Pedro I se inspiró en Venecia y
prohibió los puentes permanentes sobre el río Neva para que se asemejara al Gran
Canal, y también en Ámsterdam, promoviendo la construcción de canales en las
calles.
Se puede apreciar la influencia de la arquitectura italiana en el siglo XVIII
y en menor grado de la francesa. En la ciudad se construyó un gran número de
monumentos y conjuntos de arquitectura barroca y neoclásica.
Ampliamente conocidos son la Plaza del Palacio, con el Palacio de Invierno y
el edificio del Estado Mayor; la catedral de San Isaac y la catedral de Nuestra
Señora de Kazán; el Almirantazgo y el cabo de la isla de Vasílievski.
Pedro I atrajo una enorme fuerza laboral de siervos de todas partes del país, cuya
cuota anual llegaba a las 40 000 personas. Lo que comenzó con la fortaleza de
San Pedro y San Pablo y continuó con las labores de drenaje de las marismas
alrededor del río Neva durante la Guerra del Norte (en condiciones climáticas
adversas y con una mortalidad entre los trabajadores que en ocasiones alcanzaba
el 50 %), con el tiempo registró un asombroso crecimiento, de tal modo que una
década después la ciudad contaba con más de 30 000 edificios.
La transferencia de la capital rusa a San Petersburgo en 1712 contribuyó a su
florecimiento. Desde los principios del siglo XVIII en San Petersburgo
comenzaron a establecerse alemanes, finlandeses, suecos, armenios, tártaros y
representantes de muchas otras nacionalidades.
La capital del Imperio ruso, tal como fue concebido por Pedro I, se convirtió
en una "ciudad de tolerancia religiosa" por construirse ahí no solo iglesias
ortodoxas, sino también templos de otras confesiones.
También se desarrollaron los alrededores de la ciudad, donde se edificaron
las residencias de los zares Petergof y Tsárskoye Seló, destacadas por sus
lujosos palacios, fuentes y parques.
Pedro había vivido y estudiado en los Países Bajos, por eso decidió bautizar
a la manera holandesa la nueva ciudad en honor de su santo patrono, Sankt
Piterburj, formaque posteriormente se germanizó.
La ciudad cambió de nombre varias veces: se llamó Petrogrado, de manera rusa
y más patriótica, al entrar Rusia en 1914 en la Primera Guerra Mundial y luchar
contra Alemania. En 1918 perdió su estatus capitalino y, poco más tarde, en 1924
recibió el nombre de Leningrado, en honor al jefe revolucionario Vladímir Lenin.
La Segunda Guerra Mundial fue un tiempo de severo sufrimiento para la
ciudad, que se vio sitiada por las fuerzas armadas de la Alemania nazi durante
29 meses. Por el hambre y los bombardeos San Petersburgo perdió más de millón de
ciudadanos.
Tras concluir la guerra, la ciudad creció considerablemente gracias al
aumento de la población y la construcción de nuevas viviendas. En 1991, y tras
un plebiscito, se volvió a llamar San Petersburgo.
Entre los símbolos de San Petersburgo figuran las esfinges del malecón de la
Universidad, el monumento a Pedro I ("El Jinete de Bronce"), el Instituto Smolni
y el crucero “Aurora”, que hizo el disparo que sirvió de señal para el inicio de
la Revolución de Octubre.
San Petersburgo destaca por sus “noches blancas” en mayo y junio, cuando el
sol apenas se pierde bajo el horizonte.
Además, la ciudad es un núcleo cultural, artístico e intelectual de Rusia. En
1724, el mismo Pedro el Grande decretó la fundación de la Academia Rusa de las
Ciencias. Los graduados de la Universidad de San Petersburgo incluyen a ocho
laureados con el premio Nobel.
La Academia Imperial de las Artes, fundada en 1757, dio al mundo a pintores
renombrados como Karl Briulov e Iliá Repin.
San Petersburgo también inspiró a muchas célebres figuras nacionales de la
poesía y la prosa que vivieron en la ciudad. El joven Alexandr Pushkin se
convirtió, en opinión de muchos, en el máximo poeta nacional y el padre de la
literatura rusa contemporánea. Sus obras se han traducido a los principales
idiomas del mundo, así como las de Fiódor Dostoyevski, a quien suele catalogarse entre
los mejores novelistas de la historia.
El Museo del Hermitage, ubicado en el centro de la ciudad, está considerado
uno de los mayores museos y pinacotecas del mundo. Cuenta con unas tres millones
de piezas de arte que se exponen en más de 400 salas.
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